Últimamente tengo una fuerza de atracción sobrenatural: atraigo a los seres callejeros más insolentes. Pero el de ayer se lleva la palma y, para suerte vuestra, no tengo foto. De camino a casa me detuve a mirar el escaparate de una zapatería. Súbitamente, una voz oscura y desconocida trepó por mi espalda hasta el oído y me dijo: «¡hola! ¡Eres muy positiva!».
Al girarme, mi palidez la asustó y yo me sentí más cobarde que nunca. ¿Cómo es posible tener miedo a nada? A punto de pillarme una pataleta inconsolable, vi que no era una alucinación, sino un enano descarado. Esto me pasa por mirar más allá y descuidar los zapatos que desgasto hoy.