jueves, 29 de octubre de 2009

Demasiados idiotas

Me desquician los idiotas. Mire por donde mire, ahí estan ellos. Los hay de diferentes tipos: con cara de tonto, con las gafas torcidas, los que se dejan caer la baba mientras te miran, los que te pisan una y otra vez, primero el pie y después la mano. Está el idiota supremo, aquel que pone cara de circunstancia mientras niega en rotundo que no sabe de qué le hablas cuando en realidad el tema es algo que te ha contado él a ti y no tú a él. Y millones de casos más. La especie idiota es tan potente que es la única del mundo en vias de expansión.
Estoy segura de que todos vosotros habréis conocido a vuestro idiota particular. El mío es capaz de hacer unas cien preguntas por minuto y si te dejas alguna por contestar tiene el poder de hacer caer sobre ti un castigo moral, o bien que te dé un ataque de nervios de esos que te dejan loca para el resto de tu vida. No obstante, más idiota debo de ser yo para seguir soportando a una persona tan superprofundamente idiota.

miércoles, 21 de octubre de 2009

No vuelvas más


Refugiándose bajo la lluvia llegó hasta el lugar donde habían quedado. Al verla venir, sacó de debajo de su abrigo azul un hermoso ramo de flores con una nota descolorida que decía: Te pido que no vuelvas, que te quedes para siempre en el país de mentira porque solo allí podrás ser la reina de tus sueños.
Al leer estas palabras ella rompió a llorar, sacó sus alas de seda y echó a volar dejando triste y solo al hombre que nunca se atrevió a abandonar.

lunes, 19 de octubre de 2009

Los amorosos


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

lunes, 5 de octubre de 2009

Se me olvidó tu abrazo


Conforme me acercaba a tu casa iba descubriendo los pedazos de madera vieja que tú llamas ventana. Como una estúpida aburrida me detuve a tus pies mientras ponía en práctica nuestro código de amor secreto. Dos golpes bruscos de pestaña no te bastaron para entender que te quería para siempre a mi lado, así que pensé que lo más oportuno sería recoger mis pertenencias... pero se me olvidó tu abrazo.