Perro flaco sin pulgas, cojo de una pata y ciego de amor. Este es el personaje de mi cuento, perro malo y cabrón (con perdón). Deambula medio arrastras, pero todo el barrio sabe que, cuando se siente observado, saca del bombín falsas fuerzas para convertirse en perro altanero.
-Nada que perder a estas alturas de la calle -concluye entre jadeo y aspaviento.
Perro cabrón se siente roído por dentro. Esteticamente, comparte corazón quinceañero con una cebolla y lo embala como ella en una caja de sinsentidos. Vaga día y noche, a pleno sol y a luna rota, rondando a su amada. Ella, aristócrata ficticia del siglo XXI, no le hace ni caso. Pero perro listo-cabrón sabe jugar bien sus cartas... por ahora ha dejado rastro del último vudú que practicó en la puerta de su casa.