jueves, 24 de septiembre de 2009

jueves, 10 de septiembre de 2009

Tus huesos y tú

Ya no siento esa sensación de bienvenida desesperada. Ya no te escondes detrás de la puerta ni haces fatiga para levantarte y abrir el pestillo. Recuerdo con rabia esa sensación de incertidumbre al otro lado; si tardabas, mis nervios se quejaban y sin querer aporreaba la puerta a patadas sin ser consciente de que tú te pondrías más nervioso y que, de ser así, la espera sería eterna. Pero no me importaba escatimar uno, dos o tres minutos. Entonces te apresurabas y al instante se percibía en el aire el chirrido de la cerradura pidiendo algo de beber. Y después aparecías tú y tus huesos. Primero los huesos, y luego tú. Todavía recuerdo aquella vez que, con toda la ignorancia del mundo, se me ocurrió decir que era más fácil dialogar con tu gato que contigo. No sabes como lo siento. ¡Ay si pudiera volver atrás la de cosas bonitas que te diría! Sin embargo, el tiempo se nos acaba y he de confesarte que, a sabiendas de que ya no estabas, volví a llamar a tu puerta y entoné lo mejor que pude tu canción preferida mientras te esperaba.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Marimandona

Me aferro a tu amor, quieras o no. Descaradamente, tal como lo digo, lo hago. Como una esponjosa migaja me quedo con lo mejor que me diste y aunque tú no quieras, yo sí. Te obligo y no te lo suplico: quédate conmigo...