
He soñado que vivía en un barquito de madera con grandes ventanales cegados por discretos cortinajes de colores.
Un buen día, cansada de tanto navegar sin ganar, me dejé guiar por la jarana de las olas y enseguida entendí que mi futuro se rige por las coordenadas de la casualidad o la suerte (no lo tengo muy claro).
De nada sirve luchar por elegir. Por eso, cuando las incertidumbres me atormentan, me subo a mi barquito, cierro los ojos y espero, una vez más, que el viento despeje las olas de mi cabeza y me conduzca hacia la solución menos equivocada.